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Por hacer a tu muerte compañía,

vienen poblando todos los rincones

del cielo y de la tierra bandadas de armonía,

relámpagos de azules vibraciones.

Crótalos granizados a montones,

batallones de flautas, panderos y gitanos,

ráfagas de abejorros y violines,

tormentas de guitarras y pianos,

irrupciones de trompas y clarines.

 

Pero el silencio puede más que tanto instrumento.

 

Silencioso, desierto, polvoriento

en la muerte desierta,

parece que tu lengua, que tu aliento,

los ha cerrado el golpe de una puerta.

 

Como si paseara con tu sombra,

paseo con la mía

por una tierra que el silencio alfombra,

que el ciprés apetece más sombría.

 

Extracto de «Elegía Primera». Miguel Hernández. 1937