Benidorm es una ciudad española situada en la provincia de Alicante, a orillas del Mar Mediterraneo. En 2022 cuenta con 69.738 habitantes, casi un tercio de los cuales son extranjeros, y 37.441 plazas hoteleras con una tasa de ocupación del 84,2%. Su modelo económico turístico se ha estudiado en distintas universidades de todo el mundo. En los años 50 pasó de ser un pequeño pueblo de pescadores a una ciudad que recibe al año a millones de turistas, de los cuales un 59% son extranjeros, mayoritariamente británicos.
La ciudad podría ser un destino turístico más de España, un “bonito” destino de sol y playa, pero Benidorm es mucho más. Es una ciudad animada, dinámica, exuberante, despierta 24-7, que consigue que personas de los más diversos perfiles convivan durante un corto período de tiempo.
Conocida como La Nueva York del Mediterraneo, es la ciudad con más rascacielos de España y la ciudad con más rascacielos por habitante de todo el mundo.
Y es que Benidorm tiene muchas caras y algo que ofrecer para casi todos los gustos y bolsillos.
Benidorm es el todo Incluido low cost y el lujo de 5 estrellas Boutique hotel. Es el Fast Food a orillas de la playa y la cocina Mediterránea Gourmet. Son los pubs del paseo marítimo y las macrodiscotecas que cierran a las 8 am. Son los puestos de hippies en la playa y el Centro Comercial la Marina Finestrat.
Pero Benidorm es amada y odiada a partes iguales.
Decadente, cutre, kitsch, poco glamourosa, masificada. Son algunos de los tópicos más repetidos por los detractores de la ciudad.
Playas abarrotadas desde primera hora de la mañana en donde jóvenes, mayores y familias con niños se mezclan entre sombrillas, toallas y colchonetas hinchables. Pieles quemadas. Agua demasiado caliente. Calles repletas de gente, paseantes, personas mayores conduciendo Scooters eléctricos por el paseo marítimo. Tiendas de souvenirs. Música alta. Mucho ruido. Mucha, mucha fiesta, alcohol barato, despedidas de soltero, pubs, discotecas y locales eróticos.
Y es que lo que para muchos es el encanto de Benidorm, para otros resulta una auténtica pesadilla.
He de reconocer que empecé el proyecto con ciertos prejuicios. Anteriormente había visitado Benidorm en dos ocasiones, ambas en familia. La primera con 13 años y la segunda con 33. En el primer viaje, de una semana, pude disfrutarlo. En el segundo, de apenas una tarde, la ciudad me superó.
Pero en esta ocasión todo fue muy diferente. Quizás se deba al hecho de que esta vez no era un turista más. Esta vez jugaba el papel de espectador. Poco a poco la ciudad me atrapó, y encontré un término medio entre mi yo adolescente y mi yo adulto. Probablemente no volveré a veranear allí, pero debo admitir que la ciudad tiene algo especial y he podido sentir, sin llegar a saber muy bien cómo explicarlo, el porqué de la fascinación por Benidorm.
Creo que es por el hecho de sentirse uno más entre la multitud. De poder pertenecer a algo más grande que tú y de poder pasar desapercibido entre tanta gente. De sentirse libre.
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